Las piezas de Paula Hacker son tan poéticas como enigmáticas. Las tres imágenes de la serie No queda más que viento (I, II y III) tienen en primer plano a una figura femenina que se adivina sensible y nostálgica. El fondo de estos collages gráficos (impresión digital - papel hecho a mano) se completa con cielos con destellos apacibles y, por momentos, atormentados, que se complementan y también contraponen con el mar, más sereno que encrespado.
Aún en blanco y negro, con sus grises y brillos, los escenarios logran alcanzar la atmósfera de ciertas obras del romanticismo. Los rostros de los personajes, en distintivos colores, sugieren silenciosas emociones, inquietantes cavilaciones. En algunas obras asoma cierta caligrafía en el agua traída hasta las playas por el viento que se intuye. En su susurrar pareciera anunciar felicidad y pérdida, sueños y fugacidad; la vida misma.
Las piezas de Paula Hacker son tan poéticas como enigmáticas. Las tres imágenes de la serie No queda más que viento (I, II y III) tienen en primer plano a una figura femenina que se adivina sensible y nostálgica. El fondo de estos collages gráficos (impresión digital - papel hecho a mano) se completa con cielos con destellos apacibles y, por momentos, atormentados, que se complementan y también contraponen con el mar, más sereno que encrespado.
Aún en blanco y negro, con sus grises y brillos, los escenarios logran alcanzar la atmósfera de ciertas obras del romanticismo. Los rostros de los personajes, en distintivos colores, sugieren silenciosas emociones, inquietantes cavilaciones. En algunas obras asoma cierta caligrafía en el agua traída hasta las playas por el viento que se intuye. En su susurrar pareciera anunciar felicidad y pérdida, sueños y fugacidad; la vida misma.
Las piezas de Paula Hacker son tan poéticas como enigmáticas. Las tres imágenes de la serie No queda más que viento (I, II y III) tienen en primer plano a una figura femenina que se adivina sensible y nostálgica. El fondo de estos collages gráficos (impresión digital - papel hecho a mano) se completa con cielos con destellos apacibles y, por momentos, atormentados, que se complementan y también contraponen con el mar, más sereno que encrespado.
Aún en blanco y negro, con sus grises y brillos, los escenarios logran alcanzar la atmósfera de ciertas obras del romanticismo. Los rostros de los personajes, en distintivos colores, sugieren silenciosas emociones, inquietantes cavilaciones. En algunas obras asoma cierta caligrafía en el agua traída hasta las playas por el viento que se intuye. En su susurrar pareciera anunciar felicidad y pérdida, sueños y fugacidad; la vida misma.
El hombre es un ser de palabras. Cada palabra, al mismo tiempo, dice y calla algo. Reúne y separa. Palabras, cartas de amor, enredaderas de aire; lo que queda, si algo queda.